Los desastres empiezan con risas.
Empezamos insultándonos entre besos y
caricias. En ese momento no pensamos que llegaríamos a esto nunca. Era
impensable.
Pero ya ves, aquí estamos.
Empezamos tonteando un día en la parada de
autobús. Fue el destino, coincidimos los dos. Todos los días a las 7:33 te veía
aparecer por la esquina de la calle, y desde el primer instante pensé que
serías algo maravilloso en mi vida. Me equivoqué.
El primer día solo te miré. Pero tú a mí
en ningún momento. El segundo pasó igual que el anterior, y el siguiente, y el
siguiente... Tú estabas en tu burbuja de Rock&Roll, con tus cascos puestos,
el mundo no existía para ti. Pero todo cambió cuando un día apareciste sin
ellos. Sin tu eterna distracción.
Esa fue la primera vez que me miraste y
luego sonreíste.
A partir de ese momento todo fue
diferente. Nos fuimos convirtiendo en otras personas cuando estábamos juntos.
Hasta que todo terminó y volviste a tu
mundo.
En una ocasión me confesaste que sí te
habías fijado en mí el primer día. Yo como una tonta me lo creí. Hasta que poco
a poco me fui acostumbrando a tus mentiras.
Volvimos a ser nosotros mismos.
Entendí que no eras tú. No eras esa
persona que creí ver ese día en la parada de autobús. Siento no haberme dado
cuenta antes.
Volvimos a ser nosotros mismos.
Yo cambié. Y tú, tú te volviste aponer tus
cascos para escaparte una vez más a tu mundo de Rock&Roll.
No hay comentarios:
Publicar un comentario